Dentro de los distintos aniversarios de boda, el correspondiente a la arcilla es el noveno. Llega, pues, en un momento en que la pareja ha superado no pocos obstáculos y se va afianzando en el apasionante pero no siempre fácil camino del amor.
En su trayectoria, ocho aniversarios anteriores que se leen como distintos jalones o hitos a lo largo de este camino que cada pareja vive de manera única, aunque se compartan elementos comunes, como son estas celebraciones que van más allá de las bodas de plata o de oro.
Ahí están, decíamos, las bodas de lino o las bodas de cuero, que van marcando la primera década del amor matrimonial, que se celebrará con las bodas de aluminio, previo paso de las de arcilla.
Un festival de materiales que actúan como excusa perfecta para dar sentido a cada aniversario y, de paso, ideas para su celebración.
El simbolismo de las bodas de arcilla
La arcilla está presente en nuestra más profunda tradición cristiana. Sinónimo de barro, su cualidad es que es maleable, manipulable, a diferencia del hierro o el aluminio. Por tanto, las bodas de arcilla vendrían a significar la posibilidad de dar forma más o menos definitiva a nuestra relación.
No tanto reducirla a una definición cerrada y permanente, como crear con ese material una figura que tenga múltiples miradas e interpretaciones, pero ya hecha, como una escultura que el artista presenta al público tras años de trabajo, con aciertos y errores.
En las bodas de arcilla asumimos que está en nuestra mano convertir a nuestra relación en algo duradero o no. Darle una forma que nosotros queremos y realizar ese trabajo entre los dos, pues esa obra de arte solo tiene dos autores posibles. O más, ya que las bodas de arcilla también nos recuerdan que somos capaces de traer más vidas al mundo, pues el barro es material que se puede desgajar para crear nuevas figuras.
Cómo celebrar las bodas de arcilla
El material nos da la pista. Y las bodas de arcilla pueden tener un punto cultural, relacionado con la escultura y la capacidad del hombre y la mujer para moldear el barro y convertirlo en algo más elevado.
En este contexto, una visita al Museo Rodin de París se antoja una idea estupenda, sobre todo si tenemos la oportunidad de contemplar el famoso (pero itinerante) El beso. Y conocer la vida de Camille Claudel, autora en la sombra de muchas de las obras de Auguste Rodin y que demostró con su buen hacer que las obras maestras a menudo son cosas de dos.
Pero si buscamos algo más sensorial que entre no tanto por los ojos como por el tacto, una sesión de fangoterapia o terapia con barro será la experiencia más indicada para hacer honor a la celebración.
En múltiples centros de estética los ofrecen, así como el masaje con barro del mar Muerto, que aporta unos minerales muy enriquecedores para la piel, con una exfoliación previa que renueva los tejidos y genera una sensación de bienestar ideal para celebrar otro año de amor.
Desde Villa Laureana os deseamos unas ¡Felices bodas de arcilla!