El número quizá más delicado de la lista de aniversarios ligados a materiales. Porque las bodas de encaje se celebran a los doce más uno, que dicen los supersticiosos, es decir, trece años de casados. ¿Mal encaje para las bodas de encaje? En absoluto.
Porque entre la seda y el marfil, precedidos por la frialdad del acero, se encuentra un material tan sugerente como el encaje, esos bordados con los que se consigue la lencería más fina, capaz de encender las llamas en su camino a la tibieza.
Así es, no hay mal que cien años dure ni pasión que aguante un milenio, he ahí el significado de las bodas de encaje, la ocasión perfecta para dar rienda suelta a vuestras fantasías más sensuales de la mano de la ropa interior más picante que os hayáis atrevido a lucir.
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Sorpréndele con tu lado más juguetón y atrevido
Hay rincones propicios para el amor, decía el poeta a propósito de los contrafuertes de las iglesias, que ocultan a las parejas de las miradas censoras. Pero también momentos adecuados para un amor más intenso y carnal: ¿cuál? Las bodas de encaje. Una ocasión inmejorable para recuperar el ardor que quizá el tiempo y la rutina han enfriado.
Porque ha pasado más de una década desde que la novia lució la liga en la boda, esa invitación a la intimidad, a la fiesta de los cuerpos pasada ya la fiesta social, con los invitados, los allegados. La boda dura un día, pero el matrimonio puede durar toda la vida.
De ahí la oportunidad que traen las bodas de encaje, ocasión inmejorable para que ella luzca su nuevo armario íntimo: camisones de raso, picardías burdeos y los más sugerentes conjuntos de sujetador y braguita.
Una apuesta barroca
Las bodas de encaje no casan, valga el juego de palabras, con el minimalismo ni la sencillez. Este aniversario, el decimotercero de vida en común, debe celebrarse bajo un manto de exceso, de barroquismo, tanto en esa lencería que hemos comentado, como en una cena que encaje con el encaje, es decir, por todo lo alto.
En Villa Laureana nos podemos encargar de ello, sobre todo si optáis por acompañaros de un grupo de seleccionados afortunados a tan particular convite. Cualquier sugerencia, por excesiva que sea, la podemos convertir en realidad: será el mejor regalo para las bodas de encaje. El trece no nos asusta, al contrario.
¡Felices bodas de encaje!